Alcanzado por un rayo

—Me besó... me tocó y me gustó —continuó Violeta, su voz baja y ronca, y las palabras colgando entre ellos como un secreto pesado.

Alaric fue claramente tomado por sorpresa por su confesión prohibida. Su garganta trabajó mientras tragaba, el movimiento de su manzana de Adán mostraba cuánto le habían afectado sus palabras. Como si de repente se diera cuenta de que había entrado en territorio peligroso.

Y mientras Alaric luchaba por mantener su exterior frío e impasible, Violeta sabía que había calado hondo en su piel. Podía verlo en la ligera tensión alrededor de su mandíbula, en la forma en que sus hombros se endurecieron casi imperceptiblemente.

La satisfacción de sacudirlo era una pequeña victoria, una que no pensaba desperdiciar. Quería ver hasta dónde podía empujarlo.