Just Like Lucille

—Hola Adele.

Adele se giró desde su escritorio, su penetrante mirada cayó sobre Violeta y después se desvió hacia su mano sangrante. Suspiró pesadamente, murmurando en voz baja —Esto tiene que ser una broma.

Violeta intentó hacer una broma seca —Ya sé, sorpresa, sorpresa, ¿verdad?

Pero Adele no estaba de humor. Abandonando el grueso libro que había estado leyendo, se levantó y se acercó a Violeta, su rostro era una imagen de exasperación —Tú y Alaric —empezó Adele, sacudiendo su cabeza—, no sé cuál de los dos es peor en este punto. De verdad que debes amarme tanto que no puedes esperar a visitarme todos los días.

Violeta sonrió con ironía, una que no dejaba que el sarcasmo le pasara desapercibido —Sí, te extraño tanto que me empiezan a doler las pelotas.

Adele levantó una ceja, sus labios temblaban ligeramente —Niños de la calle y sus bocas sucias —murmuró con fingida molestia, sacudiendo su cabeza.