Lo que más captó la atención de Violet, sin embargo, fue una pequeña foto enmarcada sobre la mesa, mostrando a un Alaric más joven, su cabello blanco menos indómito pero sus ojos igual de agudos. Se veía realmente lindo y sin saberlo le provocó una sonrisa.
Ella continuó mirando a su alrededor, plenamente consciente del leve zumbido en el aire, una energía tangible que hacía que su cabello se erizara. En este lugar, el aire se sentía vivo, como si estuviera cargado con la presencia inconfundible del relámpago.
—Bueno, —preguntó Alaric—, ¿qué te parece?
Violeta dudó, sin saber cómo poner su asombro en palabras. —Es… impresionante. ¿Tú… construiste todo esto?
—La mayor parte, —respondió Alaric, caminando hacia el banco de trabajo para tomar uno de los papeles sin un propósito.