La repentina presión en el aire era tan intensa que parecía que una soga estaba atada alrededor del cuello de todos y que se tiraba hasta un punto de asfixia. No solo los estudiantes, sino que los lobos respiraban con anticipación. Estaban tan quietos como una estatua, sus ojos ardían y sus labios se curvaban en gruñidos.
Violeta nunca había visto tal hostilidad cruda. Ya no era solo un juego; era una guerra. El equipo de Alaric sabía que esta era su última oportunidad para cambiar el rumbo. Gracias a la actuación de Violeta, ella había levantado su moral, por lo tanto, no había espacio para el fracaso. Alaric en particular se tomó como un deber personal no permitir que sus esfuerzos fueran en vano.
Por otro lado, el equipo de Asher estaba igual de determinado a aplastarlos hasta que lloraran, y no había forma de ocultar la agresión que mostraba en sus músculos tensos y miradas fulminantes.