Fangball definitivamente no era para los débiles de corazón. Estaba en la segunda mitad, y aunque el equipo de Alaric había brillado espléndidamente al principio, su dominio había comenzado a disminuir.
Seis a cuatro.
El equipo de Asher tenía una ventaja de dos puntos sobre sus oponentes, y el reloj avanzaba sin piedad. Ya habían pasado cinco minutos de la segunda mitad, dejando solo diez minutos para que el equipo de Alaric lograra una remontada. Excepto que el tiempo no estaba de su lado.
—¡Ugh! —exclamó.
Violeta se estremeció, cerrando los ojos mientras Asher se estrellaba contra Alaric de nuevo con una fuerza que parecía más personal que estratégica.
Esto no era solo competencia; era un partido de rencor, y todos en la multitud podían verlo. Los ojos grises de Asher ardían de pura ira cada vez que se dirigía a Alaric, y era claro para Violeta que él no solo jugaba para ganar, sino para lastimar y humillar a Alaric.
—¡Ese maldito bastardo! —murmuró Violeta con ira.