—Elsie, cegada por su propia arrogancia y furia, extendió la mano y agarró el brazo de Alaric, sus dedos rodeando su piel desnuda con la suficiente fuerza como para detener sus pasos.
Lo cual, por supuesto, fue un gran error.
El cuerpo de Alaric se puso rígido, sus músculos se bloquearon mientras la energía en su interior reaccionaba instintivamente al tacto no deseado. Incluso los miembros de su manada, una vez ruidosos, contuvieron la respiración al sentir la ominosa carga que les enviaba un hormigueo estático a través de su piel.
Alaric Storm llevaba sus guantes, no porque le faltara control sobre sus habilidades, sino porque los rayos eran inherentemente salvajes, impredecibles y devastadoramente poderosos.
Había aprendido a manejarlo, sí, pero las emociones eran algo completamente diferente. Cuando se intensificaban, sus poderes respondían, incluso liberándose de la contención de sus guantes, que actuaban como un amortiguador.