El Desafortunado Orbe Lunar

—¡Violeta! —Ivy llamó con alivio en cuanto apareció y la atrajo hacia un abrazo apretado—. ¡Gracias a los dioses que estás segura!

Había estado muerta de miedo cuando Violeta se enfrentó a los Alfas, convencida de que la lastimarían. Pero una y otra vez, su amiga había demostrado que podía cuidarse sola.

—Violeta apenas correspondió el abrazo antes de apartarse—. ¿Cuánto tiempo queda? —exigió.

—Ivy tragó duro—. Un minuto.

—¡Mierda! —Violeta maldijo, su pulso acelerándose como loco—. No hay tiempo. Tengo que moverme ya.

Sin dudarlo, corrió hacia Margarita, sus botas salpicando lodo mientras se agachaba debajo de la chica suspendida. Luego sacó la hoja que había robado de Asher, el acero pulido brillando perversamente con el reflejo de la luz.

—Mejor prepárate —advirtió.

—Margarita soltó un chillido nervioso—. Oh Dios. ¿Voy a aterrizar de cara? Quizás deberías cortarlo lentamente... espera, no, ¡no tenemos tiempo! ¿Debería sostener la red? O tal vez...