Acunada en su cálido abrazo, no era sorpresa que los párpados de Violeta comenzaran a caerse mientras el sueño amenazaba con arrastrarla a sus profundidades oscuras. Al principio, resistió el seductor llamado—después de todo, ¿quién sabía qué haría este tonto con ella mientras estuviera inconsciente? Sin embargo, la fatiga ganó, y decidió arriesgarse.
Y dormir, lo hizo, aunque solo por unos minutos porque algo le estaba pinchando la espalda. Al principio, Violeta lo ignoró, moviéndose ligeramente en el espacio reducido, desesperada por permanecer en la neblina feliz del sueño. Pero luego lo sintió de nuevo, y otra vez, hasta que sus ojos se abrieron de golpe, y su cerebro comprendió inmediatamente qué estaba pasando.
Estaba envuelta en el calor de Román, su manta alrededor de ella como un capullo, pero no había duda de lo que estaba presionando contra ella, considerando que un cierto Alfa estaba desnudo detrás de ella.
Aprieta su mandíbula. Oh, por el amor de Dios.