—¿C—cómo? —La mandíbula de Violeta cayó. No. Debía haber escuchado mal. No había forma de que él hubiera dicho lo que ella pensaba.
—Escuchaste bien —dijo Román firmemente, sin dejar espacio para malinterpretaciones.
Mierda. Hablaba en serio.
La mente de Violeta buscaba lógica, algo que tuviera sentido de esta absurdidad.
—Espera un minuto —comenzó ella—, ¿quieres que rechace todas las casas, y luego qué? ¿Vivir felices para siempre contigo en el bosque? —Gesticuló a ciegas, sabiendo que él podía verla a través de la oscuridad—. ¿En tu casa del árbol? —El sarcasmo se desprendía de cada sílaba.
—¿No es eso lo que querías desde el principio? ¿Ser libre de los Alfas Cardinales? ¿De Asher? —Román le recordó, imperturbable.
—Sí, eso es lo que quería al principio —admitió Violeta—, pero ahora, estoy saliendo con un Alfa Cardenal, y Asher aún no me deja en paz.
—Porque perteneces a una casa.
—¿Perdón? —Violeta frunció el ceño.