Casa de la Muerte

—¡Cuidado por dónde pisas, perra! —gruñó una de las chicas que agarraban su brazo, enderezándola de un tirón.

Violeta miró fijamente a través de los mechones de cabello empapados que se adherían a su cara.

—¿Qué estás mirando? —espetó la chica.

—¿Por qué no sueltas mis manos y lo averiguas? —los labios de Violeta se curvaron en una sonrisa maliciosa.

—No caigas en eso —advirtió la chica de su otro lado, apretando su agarre—. Solo quiere pelear. He oído que perras del gueto como ella saben pelear sucio.

—Bueno para ella. Hará mucha lucha sucia de ahora en adelante —la primera chica soltó una risita.

La sonrisa de Violeta desapareció, su estómago se retorcía con esas palabras. Sabía que su destino de ahora en adelante iba a ser malo, solo no sabía cuán peor sería.