—No podemos pasar por la entrada —dijo Lila, leyendo su mente—. Debe haber una salida de emergencia.
—Eso también estará lleno con los estudiantes intentando escapar de esta locura —señaló Lila—. No podemos llevar todo esto y luchar por espacio. Era imposible.
Violeta examinaba frenéticamente buscando otra ruta cuando su mirada se posó en uno del personal de la cafetería que se deslizaba por una puerta lateral—la cocina.
Hizo una señal a Lila. —¡Sígueme!
Lila no dudó. Las dos se apresuraron a través de la puerta, deslizándose en la cocina, donde el aroma persistente de pan recién horneado y especias se adhería al ambiente. Los miembros del personal estaban agrupados, aparentemente debatiendo cómo manejar la zona de guerra que sucedía justo afuera.
Apenas tuvieron tiempo de registrar a las intrusas antes de que Violeta y Lila pasaran corriendo junto a ellos.