—¡Adivinen de quién es el coche al que le vamos a dar un nuevo look! —Las uñas de Elsie se clavaban en su palma mientras miraba el vídeo que se reproducía en su teléfono.
Aunque sus facciones permanecían cuidadosamente inexpresivas, la fría furia que emanaba de ella era suficiente para congelar una habitación.
En pantalla, la cámara se centraba en la expresión burlona de Violeta, sus ojos dorados brillando con picardía.
Luego, como si desvelara un gran espectáculo, el ángulo de la cámara cambiaba, revelando el absoluto desastre que era el coche de Román Draven, antes de color verde metálico y antes costoso.
La mandíbula de Elsie se tensaba.
Violeta, en todo su mezquino y temerario esplendor, sonreía al confirmar lo obvio.
—¡Es el coche de Román Draven, por supuesto! —cantaba, rompiendo a reír con una diversión audaz y sin remordimientos.