Abogado del Diablo

—Oh, mierda —fue el primer pensamiento que vino a la mente de Violeta cuando lentamente descendió del quinto cielo.

Su cuerpo todavía hormigueaba por el orgasmo persistente, pero su mente ya estaba recobrando el sitio. Se obligó a ponerse de pie, ignorando la debilidad de sus piernas. No había necesidad de pánico. El hecho estaba hecho, y ahora dependía de ella salvar la situación.

—Gracias por tus servicios —dijo Violeta rígidamente, arreglándose la ropa como si Román fuera un acompañante masculino siendo gratamente compensado.

Román se quedó quieto. Luego un gruñido retumbó en su pecho. ¿En serio estaba haciendo este acto con él?

Violeta arqueó una ceja atrevida. —Fue bueno, ¿no es así?

Pero él se crispó.

Por un segundo, Violeta pensó que él podría estallar, sus ojos ardiendo peligrosamente cerca de la furia. Pero en lugar de explotar, Román soltó una risa oscura, el sonido deslizándose por su columna como seda.