Un Alfa Solitario

Alaric se alejó furioso a través del bosque, la ira prácticamente chisporroteaba en él. —¡Alaric! —Griffin llamó, pero él no se detuvo.

—¡Alaric, escúchame! —intentó de nuevo, finalmente agarrándolo por el brazo. Pero en el momento en que Alaric se volvió, el fuego ardía en sus ojos.

—¡No! ¡No te atrevas a tocarme! —escupió, apartándose bruscamente. Su voz era aguda y cargada de dolor puro—. Esto fue todo idea tuya, ¡y mira cómo resultó!

—Alaric... —Griffin intentó hablar, pero Alaric lo interrumpió.

—Al menos si me hubiera conformado con el hecho de que ella había decidido cortarse de mí, hubiera sido mejor que quedarme con ese… con ese... —Su voz se quebró, su respiración temblaba.

Alaric ni siquiera pudo decir la palabra. Sus puños estaban tan apretados que sus nudillos se pusieron blancos.