En la oscuridad de la noche, se alzaba cierto almacén que alguna vez había sido un lugar de trabajo honesto, pero ahora no era más que un antro de pecado. Parte de la cerca a su alrededor había caído mientras que la puerta oxidada, ligeramente entreabierta, bloqueaba la entrada con un letrero maltrecho de «Prohibido el Paso» colgado ahí. La cerradura de la puerta principal consistía sólo en una cadena pasada por agujeros, que cualquiera con medio cerebro podría deshacer. Pero ese era el punto porque solo los tontos o los hombres muertos intentaban entrar sin permiso. Este era el territorio del Dragón Rojo.