El último tiroteo resonó y el baile de balas finalmente terminó. No había nada más que silencio. El aire estaba cargado de humo y del acre hedor de la pólvora, cadáveres y cartuchos gastados esparcidos por la habitación. Sin embargo, fuera de la puerta se escuchaban gritos apagados y disparos esporádicos mientras Philip y los guardianes obligados cumplían la instrucción anterior de Asher de impedir que el resto de los miembros del Dragón Rojo irrumpieran.
En la habitación, Asher salió del lado que había usado como cobertura, sacudiendo trozos de escombros como si esta mortal escaramuza no fuera más que una molestia menor.