La pregunta de Margarita provocó un murmullo en la sala, despertando conversaciones en voz baja mientras los estudiantes se inclinaban unos hacia otros, compartiendo cada uno sus propias especulaciones.
—Está bien, silencio —Mister Radcliff llamó, aunque no esperó a que el ruido cesara por completo antes de responder—. Es raro. Pero sí, es posible.
Esa única frase fue como lanzar un fósforo encendido a un montón de hojas secas. La clase se agitó de nuevo, su conversación creciendo más fuerte mientras los estudiantes debatían ansiosamente la idea de compañeros múltiples.
Pero la paciencia de Radcliff ya había llegado a su límite.
—¡Silencio! —retumbó, su voz estallando sobre ellos como un trueno.
Esta vez, la clase se quedó quieta. Solo cuando Radcliff estuvo seguro de tener toda su atención, cruzó los brazos detrás de su espalda, sus ojos oscuros con pensamiento.