Todas las miradas estaban puestas en ellos.
No en Irene, quien iba por delante—bueno, tal vez al principio habían mirado a la mujer—pero ahora sus miradas estaban fijas en ellos. La pequeña manada renegada escoltando al famoso Alfa del Este.
Lila había hecho justicia con sus atuendos. No lo suficientemente vistosos como para ser exagerados, pero lo justo para atraer la atención. Y lo más importante, sin brillos ni destellos. A simple vista, cualquiera pensaría que fue elaborado por manos humanas hábiles, no con el toque dramático de la magia de las hadas.
Violeta era la rebelde perfecta, saliendo con un blazer rosa fuerte con picos plateados (gracias, Elsie, por la inspiración), colocado sobre una blusa de encaje blanco. Su falda corta se abría con detalles tableados y botones decorativos. Mientras que en sus pies llevaba tacones plataforma rosas. Su característico cabello púrpura estaba recogido en una cola de caballo alta y pulida que demandaba atención.