Entre los padres que observaban la alegre reunión de Violeta y de Nancy, estaba un cierto Alfa del Sur y su prodigio, Román Draven. Habían estado dando un paseo conversacional cuando se encontraron con la escena y se detuvieron a mirar.
—¿Quién es ella? —preguntó Alfa León.
—¿Cuál de ellas? —román preguntó con una voz tensa. Una que León no reconocía. Esperaba a Dios que no fuera el —quién— que él estaba pensando.
—La del cabello púrpura —dijo León, con la mirada fija intensamente en ella—. Vaya, es guapa.
Román ni siquiera se dio cuenta cuando el gruñido amenazante brotó de su pecho, y eso finalmente llamó la atención de Alfa León. Levantó las cejas ante la actitud de su hijo, luego miró en la dirección de Violeta y luego volvió a mirar a su hijo otra vez.
—No me digas que estás interesado en ella —preguntó juguetonamente, esperando que ese no fuera el caso. Pero cuando vio la mirada resuelta en el rostro de Román, se dio cuenta de inmediato de lo que estaba ocurriendo.