—Átenla —ordenó Asher antes de que Violeta pudiera siquiera recuperar el aliento.
—¿Qué? —Violeta parpadeó, girando justo a tiempo para que Román la atrapara, estabilizándola como un depredador acorralando a su presa.
—No, espera. ¿Qué están tramando ustedes? —Su corazón golpeaba contra sus costillas ahora. Fuera lo que fuera esto, no estaban jugando. La realización la golpeó como agua fría. Tal vez había ido demasiado lejos esta vez.
Román se inclinó, rozando un beso contra su frente. Su voz era suave, casi tranquilizadora, pero el brillo cruel en sus ojos decía lo contrario. —No hay necesidad de entrar en pánico, querida —susurró—. Solo vamos a hacerte daño de la mejor manera.
Su respiración se entrecortó.
Román sonrió más. —¿Ya estás lista? —llamó.