Violeta parpadeó lentamente ante ese comentario. Hasta ahora, no se había dado cuenta de lo miserable que era la vida de Elsie, de lo mucho que necesitaba menospreciar a alguien más solo para sentirse importante. Buen intento, sin embargo. Pero sus esfuerzos parecían como la lucha desesperada de un animal al borde de la muerte.
Así que, con una sonrisa en las comisuras de sus labios, se enfrentó a Elsie, sus ojos brillando bajo las luces del salón de baile.
—¿Casi? Cariño, entré y la habitación se ajustó a mí. —continuó Violeta, con su voz impregnada de dulzura fingida—. Hiciste tu mejor esfuerzo, pero la próxima vez, tal vez deja que tu vestido hable, y no tu desesperación.
—¡Toma! —Román tosió intencionalmente bajo su aliento.
El gesto llamó la atención de Elsie hacia él, y su expresión herida lo decía todo. Se sentía traicionada por él, de todas las personas.
Cuando Elsie se volvió hacia Violeta, su rostro era puro veneno. Dijo entre dientes apretados: