Danza de apareamiento

Ahora era de noche y la Bestia la había dejado para ir a buscar comida, como le había dicho en dos palabras.

«Comida. Compañera.»

Violeta llegó a una conclusión extrañamente reconfortante. La Bestia no solo operaba con instinto animal, se comportaba como un niño. No en tamaño o fuerza, sino en sus emociones.

Cuando reía, era una alegría sin restricciones, y de una profunda carcajada. Al mismo tiempo, cuando estaba enojado, era una furia desatada como un incendio forestal. No había punto medio. Sin matices. Solo los extremos.

Eso hizo que Violeta se preguntara, ¿era solo alguna personalidad disociada oculta en el subconsciente de Griffin? ¿O era el castigo de la diosa como había escuchado tantas veces? ¿Era este el costo de su poder?

En el fondo, ella sabía la respuesta.