Nancy no había exagerado cuando advirtió sobre la fiebre de apareamiento. Era implacable y todo consumidor. Era la noche del segundo día desde que habían escapado de sus captores, y sin embargo, no se habían movido ni un centímetro de su claro.
Y sí, habían estado teniendo sexo todo el día.
Había habido pausas, por supuesto con breves intervalos para dormir, comer, respirar. Pero cada momento intermedio se había pasado encerrados en los brazos del otro, follando. Había algo magnético construyéndose entre ellos, una conexión que se alimentaba y prosperaba en la intimidad física.
Violeta no podía pensar en nada más allá de su compañero. Griffin prácticamente consumía cada uno de sus pensamientos, y el vínculo de apareamiento la tenía en un frenesí del cual no quería ser salvada.