La soledad siempre había sido su compañera, pero esta vez dolía más que nunca. Todo lo que Alaric quería era dejarla ir. Y lo hizo.
Nubes oscuras y furiosas ahogaban el cielo sobre el Albergue Pine Ridge, girando ominosamente. No estaba lloviendo, pero el aire estaba cargado de humedad, el olor a ozono era lo suficientemente fuerte como para saborearlo.
Alaric estaba de pie, sin camisa y descalzo en el tejado, sus ojos brillaban en plata, chispeando con poder mientras los relámpagos se enroscaban sobre su cabeza como una corona.
Nadie lo había amado realmente. Ni sus padres, a quienes siempre tenía que rogar por atención. Ni las chicas, que se le acercaban solo porque era un alfa cardenal. Incluso al final, Julia había elegido a Román, el divertido y apuesto, por encima de él, el torpe.
Y luego estaba Violeta, la única chica que lo aceptó a pesar de sus defectos. Pero incluso ella había sido alejada, dejándolo preguntándose si estaba destinado a estar solo después de todo.