La aplaudieron como si hubiera ganado un premio, pero no se sentía como una victoria para ella. Natalia sabía que era una marioneta bailando al ritmo de los hilos de alguien. Y no le gustaba ni un poco.
La farsa había terminado, lo que significaba que las cámaras habían dejado de rodar, y Natalia esperaba justo afuera del salón a que llegara Jameson.
No pasó mucho tiempo antes de que Jameson llegara, riéndose educadamente de lo que decían los dos miembros del consejo a su lado. Incluso su risa era ligera y profesional. Jameson siempre era la imagen de la elegancia.
A Natalia no le importaba que estuviera con invitados, se separó de la pared y se interpuso directamente en su camino.
Los miembros del consejo se sorprendieron por su aparición repentina, sus cejas fruncidas por la confusión. Jameson, como era de esperar, tomó el control de la situación.