—Sonreí malévolamente, metiendo la mano directamente por su escote, agarré esa suavidad y empecé a amasar furiosamente sin ninguna intención de ser delicado.
—Ella solo me miraba con ojos llorosos, sin decir una palabra, permitiéndome ser malvado.
—Sabía que me odiaba, pero tenía que soportarlo.
—¡Esa sensación era tan estimulante!
—La emoción no venía solo de humillarla a ella, sino también de la ubicación en particular.
—Estábamos en un estacionamiento subterráneo, durante la hora en que la gente salía del trabajo, con bastantes coches yendo y viniendo.
—Podríamos ser descubiertos en cualquier momento.
—Claro que, incluso si la gente de afuera veía, solo podrían verme a mí, no a la Directora Chen arrodillada a mis pies.
—Pero esto era suficientemente estimulante.
—La posibilidad de ser visto en cualquier momento mientras acariciaba a la altiva y poderosa Directora Chen... el sabor era verdaderamente irresistible, celestial.