Momentos después, llevé exitosamente a Hao Mengran al pináculo del placer.
Mirando el sofá húmedo y el aroma de hormonas femeninas maduras que permanecía en el aire, mi mente se quedó en blanco.
—Pequeño Tian, qué... qué estás haciendo? Soy tu cuñada, cómo puedes cruzar la línea, tú...
Le tomó un rato calmarse. Apresuró sus labios, su rostro estaba enrojecido, sus ojos llenos de ira, pero también muy complejos, acuosos, como si estuviera a punto de llorar.
Pero ella acababa de descender del pico, su cara todavía estaba enrojecida por el resplandor, así que incluso mientras me miraba fijamente, le faltaba fuerza real y en cambio parecía aún más encantadora.
La miré fijamente, sintiéndome muy ansioso.
Había perdido todo control antes y actué por impulso. ¿Y si me culpa?
—Cuñada... lo siento, hice lo que hice antes para examinarte a fondo, para asegurarme que tus fluidos corporales están saludables.