Habían pasado unos cuarenta minutos y ese viejo gruñón se estaba poniendo cada vez más irritable, casi al punto de echarme directamente.
Afortunadamente, en ese momento, entró una llamada telefónica. Después de que ese viejo pedorro contestara, dijo algo y luego me lanzó una mirada furiosa antes de levantarse y marcharse.
—Maestro Xu, gracias. Realmente no sé qué habría hecho si no fuera por usted. —Una vez que confirmé que ese viejo bestia se había ido, Wang Chunli soltó un suspiro de alivio y me agradeció repetidamente.
—Señorita Wang, él ya le ha hecho esto, ¿por qué no se lo dice a su marido? —Después de vestir a Baobao, suspiré impotente y aun así expresé lo que más quería decir.
—Mi situación... Suspiro, no sé cómo explicártelo. —Wang Chunli apretó los labios, su rostro lleno de tristeza— Para algo así, sin pruebas, aunque lo dijera, nadie me creería, y si causara un gran escándalo, no podría seguir en esta familia.