El Comienzo de Algo (4)

Las calles eran transcurridas y llenas de ruido. Los estudiantes salían de sus escuelas, algunos tomaban el transporte público y otros tenían transportes privados.

Los autos transitaban, los peatones caminaban. Todos estaban ocupados y con cosas que hacer.

No había nada fuera de lo común, pero si se alguien se fijara bien, podría ver pequeños insectos en forma de hollín que flotaban en el aire de manera casi inerte.

Junto a las personas normales que caminaban de un lado a otro, extrañas criaturas que parecían haber sido sacadas de un libro de ficción pasaban junto a ellos.

El color del mundo era distinto a los ojos de los Despertados. Un mundo que parecía ser visto a través de un filtro de película rojo-azul. Una vista que generaría vértigo y cansancio ocular a cualquier ser mundano que lo vea por mucho tiempo.

En este mundo rojo-azul, donde sólo los extraños seres caminaban y las calles estaban desprovistas de humanos o animales, una figura masculina estaba sentada en el borde del Big Ben.

Su mirada era ociosa mientras miraba hacia abajo.

"¿Dónde se metieron esos blasfemos?" La molestia y el disgusto fueron predominantemente en su voz mientras sus ojos seguían buscando.

"Ah, apareció uno." Sonrió ligeramente, exponiendo sus caninos afiliados.

¡BUUUM!

Una fuerte explosión retumbó la punta del Big Ben, enviando al hombre a volar.

El hombre giró en el aire y trató de recuperar algo de equilibrio mientras caía en picada al suelo.

"Joder", maldijo al ver que el suelo donde caería empezaba a cubrirse por una capa de escarcha y carámbanos crecían del suelo.

Una ventisca fría giró alrededor del hombre, ayudándolo a reducir su velocidad, y a aterrizar lejos de los carámbanos.

Una nube de polvo y escarcha se levantó cuando él cayó en el suelo.

"¿Usas el poder con el que Dios te bendijo para atacar a sus fieles?" El disgusto en su voz aumento más.

"¿Fiel?" Una rica y suave voz femenina habló, su figura apenas visible detrás la nube de polvo y escarcha. "Solo eres un fanático."

Una vena palpito en la frente del hombre cuando se comparó su fe con fanatismo.

"¿Un fanático, eh? Tal vez, pero al menos no soy un pecador como tú."

La ventisca que soplaba alrededor del hombre se hizo más fuerte, alejando la nube de polvo y escarcha, revelando la figura de la mujer.

Era una mujer de una belleza increíble, piel como la nieve, ojos azules como el hielo y cabello negro como el ala de un cuervo; la mujer era un espectáculo de contemplar, su figura envidiablemente tonificada cubierta de heridas y cortes de pies a cabeza, su ropa estaba rasgada y machada de su sangre y suciedad, pero ni todo esto fue capaz de opacar la belleza de esta mujer ni alterar la serenidad en sus ojos glaciales.

El hombre hizo una mueca de fastidio y volvió a hablar: "Mujer, mira tu patético estado, ¿por qué eres tan renuente a devolver al Niño Divino al abrazo de su Padre?"

La mujer frunció sus cejas y lo miró con molestia.

"Es muy simple, fanático loco." El tono de la mujer era suave y condescendiente.

El hombre respondió de la misma manera condescendiente, su voz llena de ira contenida: "Entonces muéstrame tu "simple" razón, vil hereje".

Bajo los dos, la capa de escarcha aumentó en grosor, los carámbanos que sobresalían del suelo comenzaron a crecer y un suave crujir retumbo por el lugar. La escarcha y los carámbanos chocaron en distintas direcciones.

La mujer apretó los labios con fuerza y dio lo mejor de sí para evitar ser empujada.

El hombre era claramente más fuerte que ella.

La respiración de la mujer estaba forzada y llena de tensión mientras trataba de no ser aplastada por los carámbanos, su mirada nunca se apartó del hombre.

Su dominio sobre la escarcha era más fuerte, y la mujer luchó por mantenerse al día, pero finalmente cometió un error.

Ella apretó los dientes, negándose a darle la satisfacción al hombre de escuchar sus gritos cuando un carámbano atravesó su costado. Cuando el carámbano salió por su espalda, su sangre comenzó a gotear del agujero por el cual atravesó su cuerpo.

"Patético... patético", el hombre repitió mientras miraba con desinterés a la mujer que ahora tenía un carámbano en su costado.

"¿Ya has perdido o piensas seguir actuando como un perro rabioso?"

La mujer soltó una burla y saltó hacia atrás, poniendo distancia.

El hombre no la siguió, en cambio la miró con diversión.

"¿Esa esbirro de la Guerra amiga tuya no saldrá?"

La mujer no respondió, se limitó a mirarlo con odió.

"Parece que el efecto del Grito de Guerra que te lanzó tu amiga pronto perderá efecto, así que te dejaré así."

El hombre se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

"Pero no lo olvides, Cassia White, a partir de ahora, dejaremos de razonar contigo e iremos directamente con el Niño Divino."

Con estas palabras flotando en el aire, el hombre desapareció del mundo rojo-azul.

Los ojos azul helado de Cassia se inyectaron en sangre y sus dientes se apretaron con fuerza, ignorando el dolor de su cuerpo, lanzó una maldición.

"Ese hijo de puta..." Su voz sonaba ronca y medio muerta.

Cassia miró hacia abajo y vio el carámbano que atravesaba el costado izquierdo de su torso.

Gracias a su constitución y el Camino que seguía, el hielo no la mataría, pero seguía doliendo como el infierno. Cassia apretó los labios y se dejó caer en el suelo sobre su trasero.

"¿Estás bien?" La preocupada voz de Clara vino detrás de ella.

Cassia giró la cabeza para verla a los ojos.

"¿Me veo bien?" Su voz sonó más hostil de lo que pretendía.

"No... supongo que no..."

Cassia se sintió rápidamente mal por haberle contestado con ese tono.

Las pequeñas heridas en su cuerpo ya estaban siendo cubiertas por una capa de escarcha y cerrándose de manera lenta pero segura. Pero el carámbano en su costado... eso no iba a sanar con sus habilidades actuales.

"¿Tienes alguna perla?"

Clara asintió y buscó en el interior de su anillo antes de arrojarle una perla azul grisácea a Cassia.

Cassia miró la redonda y brillante superficie de la perla antes de contener la respiración por lo que estaba a punto de hacer.

"Esto va a doler..."

Clara apartó la mirada de Cassia y ella apretó más los dientes mientras tomaba el extremo del carámbano.

"Listo..."

Con fuerza, de un tirón, arrancó el carámbano de su costado, sintiendo que su conciencia tambaleaba cuando la sangre brotó de su herida como una cascada.

Con lo último de su conciencia, apretó la perla azul con entre su pulgar y su índice, haciendo que rompiera con un crujido, liberando una fina niebla que se posó sobre su cuerpo.

El calor que surgió de la perla se adentró en su piel y se abrió paso hacia su interior. 

Cassia no quería ver como se cerraba el agujero en su costado, así que apartó la vista mientras la niebla hacía su trabajo y la curaba. La carne de su costado volviendo a crecer para cubrir el gran agujero que tenía mientras cerraba la herida.

Después de unos minutos, el agujero se cerró, la carne regenerada era más pálida que el resto de su piel y tenía un brillo que no tenía la piel en buen estado, pero seguía sanando la herida y Cassia se permitió caer completamente de espaldas sobre el piso.

La zona recién curada de su torso le picaba, pero contuvo el impulso de rascarse como una loca. Mientras regulaba su respiración, Cassia notó la mirada de Clara sobre ella.

"¿Qué?"

"¿Realmente estuvo bien que me escondiera?"

"Otra vez no..."

"Por supuesto, no había necesidad, el apoyo de tu Grito de Guerra fue suficiente ayuda."

"Pero..."

"Pero nada, no había necesidad, Clara. Mira, la Bendición de ese tipo es solo la de un Ascendido de Segundo Escalón, mientras que yo estoy soy un Despertado en el Séptimo a punto de Ascender, y gracias a tu apoyo fui capaz de igualarlo... aunque fuera por poco."

"¿Dices que hubiera estorbado?"

"¿Cuándo dije eso?", suspiró Cassia con exasperación.

"Sé que como secuencia 8 no puedo hacer mucho, pero mi cuerpo es más resistente que el tuyo, podrías haberme usado como escudo mientras te concentrabas en atacar..."

"¿Te escuchas a ti misma?", preguntó Cassia. "Además, si Bóreas realmente quisiera de vuelta a su hijo, enviaría un Santo o un Ángel, esos tipos deben estar actuando por cuenta propia."

"A todo esto..." Cassia se levantó y sacudió el polvo del trasero. "¿Cómo estuvo mi chico?"

Clara apartó ligeramente la vista.

"...Puede que hayamos tenido un pequeño incidente", dijo de manera esquiva. "Pero pequeñísimo, casi insignificante."

"¿Qué?"

Clara dudó un poco y comenzó a explicarle a Cassia lo que pasó con Noah antes en el auto.

"¿Tomó los supresores?", preguntó con creciente ansiedad.

"Le dije que los tome..."

"¿¿Pero lo viste tomarlos??"

"No..."

Cassia sintió nuevamente con ganas de desmayarse, pero con el velo que habían levantado de manera descuidada que comenzaba a deshacerse, desmayarse estaba fuera de cuestión.

Una mujer con la ropa rasgada y machada de sangre apareciendo de la nada entre los peatones no sonaba lindo, especialmente si esa mujer era la famosa actriz Cassia White.

Ambas mujeres se apresuraron a donde Clara había dejado el auto, que aunque parecía normal, estaba fabricado con materiales que resistían al maná y era capaz de interactuar con los velos.

Mirando por última vez la punta destrozada del Big Ben que ya comenzaba a repararse dentro del velo ilusorio, Cassia cerró la puerta y permitió que el auto arrancara.

El auto salió del velo y el mundo volvió a sus colores normales, miró sus manos temblorosas y tomó su celular que estaba en la guantera.

Comenzó buscando en la red del gobierno por Puertas recientes, naturalmente, había varias, pero ninguna era en su vecindario, eso significaba que Noah no se había vuelto loco de nuevo.

Aunque estaba algo tranquila ahora, Cassia no pudo evitar sentirse algo intranquila al pensar en que su hijo estuviera solo en casa. No era porque temiera que otro grupo fanático de Bóreas lo buscara (aunque eso también era una posibilidad), sino porque de sabía las tendencias destructivas y autodestructivas que Noah desarrollaba cuando se estresaba y su verdadera naturaleza salía a flote.

Con un suspiro, Cassia se recostó en su asiento y comenzó a pensar en cómo redactar en un informe su reciente enfrentamiento.

Cuando el auto doblo una esquina, el mundo volvió a su filtro rojo-azul, haciendo que Cassia se vuelva a marear, señal de que atravesaron el velo puesto sobre el palacio de Buckingham.

"Odio esto..." dijo mientras se llevaba una mano a la boca.

"¿De verdad?", Clara la miró de reojo y luego se encogió de hombros. "Debe ser porque tu núcleo está vacío. Esto no hubiera pasado si me hubieras dejado entrar-"

"No. Eso no va a pasar, Clara." La respuesta de Cassia fue seca, casi como si espetara lo que decía, pero no tenía la energía para sonar agresiva.

"Pero..."

"No, la respuesta es no. No quiero tener esta discusión otra vez."

Cassia miró a Clara como si quisiera golpearla, pero luego volvió a acomodarse en su asiento y cerró los ojos, la náusea estaba desapareciendo lentamente.

Clara decidió cerrar la boca y seguir conduciendo en silencio.

No iba a iniciar otra discusión sobre el asunto, ya había aprendido que cada vez que lo intentaba, terminaba con su autoestima en el suelo y un doloroso sentimiento de inseguridad e inutilidad.

"Mira, un lugar. Apárcate."

Cassia se bajó tan pronto como Clara se estacionó. Ahora mismo, solo quería un baño y dormir.

Ambas pasaron por el familiar proceso en el que verificaban su firma de maná antes de que las dejarán entrar.

Clara se fue por otro lado, dejando que Cassia se fuera prácticamente sin vida por los pasillos del palacio, con el consuelo de que no era la única persona en condiciones deplorables.

Otros Despertados como ella caminaban con el cuerpo vuelto un desastre y con expresiones agotadas.

La vida no era fácil.

"White." Una molesta y familiar voz la llamó. "¿Te dieron otra paliza? De verdad, tu grupo de dos ni siquiera puede ser llamado una Cohorte, ¿por qué no unen ambas a la mía-?"

Cassia ni siquiera tenía fuerzas para insultar a este tipo. Ignorándolo por completo, se giró de nuevo y siguió su camino mientras, escuchándolo chasquear la lengua.

"Sí, que se joda ese tipo."

Recorriendo distintos bloques, finalmente llegó a los baños femeninos y buscó uno que estuviera vacío. Cuando la encontró, se encerró dentro y se quitó la ropa.

Afortunadamente, la bañera se llenó rápidamente y pudo sumergir su maltratado cuerpo en el agua tibia.

Las sales de baño y los aromas del agua infundida con maná lavaron el dolor y el agotamiento de su cuerpo.

Por un momento, Cassia se permitió relajarse y cerrar los ojos.

***

"¿Noah?"

Cuando llegó a casa, en lugar de ser recibida por su hijo, Cassia se encontró con el recibidor vacío.

Afortunadamente, nada estaba de cabeza ni cubierto de hielo.

Aunque el primer piso estaba vacío, no estaba en total silencio, aunque muy bajo, se podía escuchar el sonido relajante, casi envolvente de un violín.

Con un suspiro de alivio, Cassia arrojó su bolso en el sofá.

"¡Estoy en casa!", gritó Cassia, esperando que Noah escuchara su mensaje y saliera de su estudio, pero solo escuchó la suave melodía que provenía del estudio.

"Mocoso..."

Cuando trató de subir las escaleras al segundo piso, su pie se dobló de forma patética, provocando que casi tropezara si no fuera porque se sujetó de la barandilla de la escalera justo a tiempo.

"Mierda..."

A pesar de haber descansado, todavía no podía deshacerse de la sensación de letargo por tener su núcleo casi vacío.

De todas formas, se aferró con fuerza a la barandilla de la escalera y obligó su maltrecho cuerpo a subir. Con cada escalón que subía, Cassia se sentía como si estuviera entrando a un mundo distinto.

El aire estaba notablemente más frío, aunque no había signos de escarcha en las paredes ni los escalones, pero el sonido del violín se hacía cada vez más audible y nítido, llenando sus sentidos de una inusual somnolencia.

El núcleo seco de Cassia emitió un crujido cuando obligó al poco maná que tenía a fluir hacia sus manos para aferrarse a la barandilla y a su conciencia.

Cuando finalmente llegó al final de las escaleras, Cassia se sintió como si hubiera subido una montaña, con las piernas débiles por el esfuerzo y la respiración agitada por la altura y falta de oxígeno.

"No puedo descansar ni en mi propia casa..." murmuró con exasperación antes de caminar pesadamente hacia la habitación de la que provenía la hermosa melodía.

"¿Bebé?", llamó con voz suave, al ver que la perilla de la puerta sí estaba cubierta por escarcha. Tocó la puerta y llamó varias veces, pero la escarcha solo se derritió cuando la melodía pareció llegar a su clímax.

Con un escalofrió que recorrió su columna cuando tocó la helada perrilla, Cassia la giró con algo de aprensión.

"Por Dios..." pensó con el corazón maravillado y temeroso por lo que vio.