Belleza de otro mundo

—¿Qué? ¿Parece delicioso?

El Gran Maestro Yamamoto estaba atónito. No podía comprender lo que había escuchado.

—¿Acaso todos estos maestros taoístas son idiotas?

—¿No deberían tener más miedo al ver aparecer un gigantesco dios serpiente de la nada? Al menos deberían respetarlo, ¿verdad? ¿Por qué sus ojos brillan y se les cae la baba?

—No me digas... ¿Quieren comerse al dios serpiente?

El Gran Maestro Yamamoto estaba impactado cuando llegó a esa conclusión.

—¿Pero qué diablos... esta gente está loca! —El Gran Maestro Yamamoto apretó los dientes. Su rostro estaba contorsionado de ira. Había visto su buena cantidad de gente loca en su vida, pero no tanto así.

Mientras tanto, los maestros taoístas se esforzaban por no babear mientras examinaban de cerca al gigantesco dios serpiente que había aparecido de las ondulaciones.

—Este dios serpiente debe tener al menos setecientos u ochocientos años. ¡Definitivamente es muchas veces más delicioso que el monstruo serpiente!