Tarde en la noche.
Todas las luces en un centro de comando en algún lugar de Hindustán seguían encendidas. Todos dentro estaban ocupados trabajando.
Una gran pantalla mostraba la transmisión en vivo del satélite.
En la habitación, muchos soldados hindúes trabajaban frenéticamente con expresiones severas en sus rostros.
—¡Hemos localizado el objetivo, General! —alguien se levantó emocionado y reportó la noticia a un hombre que estaba de pie en una plataforma elevada.
El hombre tenía unos cincuenta años. Estaba vestido con un uniforme militar elegante adornado con numerosas medallas. Su rostro delgado y cincelado lucía un grueso bigote.
Inmediatamente entró en acción.
—Desplieguen la flota de aviones de combate de la base aérea cercana. ¡Debemos detenerlo! —gritó.
—No… ¡no podemos permitirnos perder más tropas!
—¡Esto es una humillación absoluta! ¡Humillación!
Estaba perdiendo el control de su temperamento.