Tang Hao hizo una mueca de disgusto. Quería decir que eso no era asunto suyo. Estaba allí para salvar a Thea, ¡no a Merrica! Quería retirar su mano, pero el viejo brujo la sostuvo firmemente, como si temiera que Tang Hao se escapara.
«¡Suelta, maldita sea!»
Los ojos de Tang Hao se agrandaron, y trató de soltar su mano. Sin embargo, el viejo se agarró a su mano como un chicle y le sonrió.
—Joven, ¿quieres ser un héroe? Una oportunidad se presenta ante ti ahora. ¿Qué estás esperando?
Tang Hao puso los ojos en blanco y casi maldijo.
«¡No quiero ser un héroe!»
Thea sonrió y dijo:
—¡No seas así, anciano! Todavía no sabe lo que pasó. ¡No lo obligues!
El viejo brujo tosió y retiró su mano.
—Sigh, ¡los jóvenes de hoy en día no prestan atención a las noticias!
Entonces, lanzó una mirada a Tang Hao. Tang Hao le puso los ojos en blanco. El viejo era el Gran Anciano de la generación anterior de la Montaña Blanca.
—Mejor vámonos de aquí. ¡Llegarán más aviones después! —dijo Thea.