—¡Me ofrezco voluntario!
Un hombre rico con un gran vientre y cara regordeta se acercó.
—¡Hígado graso! ¡Presión arterial alta!
—¿Y yo?
—¡Cirrosis hepática y coágulos sanguíneos! ¡Signos de un derrame cerebral menor!
—¿Yo?
—¿Tú? —Clarence frunció el ceño.
El tercer hombre rico soltó una risita. —¿Qué pasa? ¿No puedes ver nada?
Clarence sacudió la cabeza y le dio al hombre rico una mirada significativa, casi compasiva. —¡Eres infértil! Es tan grave que no puedes tener hijos sin tratamiento.
—¿Tienes hijos?
—Si los tienes, más te vale hacer una prueba de paternidad.
—¿Qué? —La cara del multimillonario cambió instantáneamente, e hizo un gesto a Jackson—. Señor Hayes, debo irme ahora.
Salió corriendo inmediatamente del Salón Trece.
—¿Qué le pasa? —Clarence encontró extraño el comportamiento del hombre.
Jackson estaba un poco avergonzado. —Ejem ejem, tiene tres hijos...
—¡Jajaja!