La última vez habían estado en Tomlake Heights, que no era territorio de Clarence.
Hoy, estaban en el Salón Trece, la propia clínica de Clarence.
—¿Cómo se atreve alguien a lanzarle un cheque en la cara? —Clarence avanzó rápidamente, recogió el cheque de cien millones y lo rompió en pedazos—. Que te jodan...
El grupo de personas que había seguido a Selina a la clínica miró a Clarence con incredulidad.
—¿Estás loco? —Es un cheque de cien millones de dólares. ¿Crees que es falso?
—¡Idiota! ¿Por qué rompiste un cheque que podrías haber cobrado de una vez si lo hubieras llevado al banco?
La multitud miró a Clarence como si el cheque de cien millones de dólares les hubiera pertenecido.
Selina miró a Clarence con desprecio. Desde su perspectiva, Clarence no estaba siendo arrogante. Era solo que cien millones de dólares no eran suficientes para impresionar a Clarence.
—Doscientos millones de dólares —dijo Selina con indiferencia.