Clarence sacudió la cabeza con una sonrisa irónica. —Cecilia, deja de burlarte de mí.
Cecilia pareció seria. —¿Burlarme de ti? Estoy hablando en serio.
—No tienes esposa y yo no tengo marido. ¿Por qué no podemos estar juntos?
La voz de la mujer se intensificó mientras su aliento fragante llegaba a la cara de Clarence.
—¿Crees que no soy lo suficientemente buena para ti?
Clarence se recostó en el asiento del pasajero y miró hacia la ventana de la sala de Miranda en el tercer piso.
—Hablemos de eso después. Solo quiero dormir.
Sus párpados parpadearon por un momento antes de cerrarlos.
El rostro de Cecilia se acercó al suyo, sus caras casi tocándose, pero Clarence aún no abría los ojos.
—Está bien, dejaré de discutirlo entonces.
—Solo tienes que saber que estoy aquí para ti. Miranda te abandonó, pero yo no lo haré.