Dentro de la cueva.
«Mi cabeza…» Kornwell murmuró con obvio dolor mientras sostenía su dolorida mandíbula. Se sentía como si lo hubiera pateado un futbolista en la mandíbula.
—Oh, está despierto. Entonces, escuchó una voz calmante resonando a través de las paredes de granito.
Arturo y los cuatro hombres se sentaron alrededor de la fogata construida adecuadamente con palos. El fuego ardía intensamente, y un delicioso olor a carne flotaba hacia la nariz de Kornwell.
Esta vez, Arturo mantuvo su espada flameante oculta. La experiencia previa demostró que no debía bajar la guardia, incluso si su ubicación parecía segura.
Los ojos de Kornwell se abrieron de golpe, y vio a los cinco tipos de apariencia fuerte; sus sombras se extendían por las paredes de granito, haciéndolos parecer más altos ante sus ojos.
Inmediatamente movió sus manos a través de su cintura. Luego, se dio cuenta de que tanto sus vainas como sus dagas habían desaparecido.