Luna y Cecilia observaron mientras Heimdall anunciaba el siguiente par de luchadores. Después de que se revelaron los dos nombres, la sala quedó en silencio. Cecilia se volvió hacia Luna, esperando verla nerviosa. Sin embargo, su hermoso rostro no mostró ni una pizca de emociones.
Luna metió la mano en su inventario, y sacó la hermosa varita.
—Buena suerte. —Cecilia la palmeó en el hombro y dijo—. El Señor del Submundo es fuerte. Ten cuidado.
—Hehe, estaré bien. —Luna guiñó un ojo y salió de la habitación. Bajó saltando por el pasillo y pronto llegó a las altas puertas. Los guardias estaban al lado de las puertas, esperando la señal para abrirlas.
En el otro lado de la arena, detrás de un par de puertas altas, el Señor del Submundo arrastró sus pies detrás de él mientras se detenía ante las puertas. Todos los que lo vieron sintieron que algo estaba arrastrándose dentro de ellos. Solo sintieron esto cuando estaban al lado de sus peores miedos.