Tumbado en el suelo jadeando, giré mi cabeza hacia la derecha donde se podía ver la figura de Donna sosteniendo un gran bastón de metal. Al ver esto, supliqué.
«Huff... huff... huff... ¡Señorita Longbern, por favor déjeme descansar!»
Al escuchar mi súplica, Donna me ignoró y procedió a balancear ligeramente el bastón de metal en su hombro mientras negaba con la cabeza y decía.
—No, todavía nos queda una hora antes de que termine la sesión, así que apresúrate y levántate.
—Ghhh... ¡maldita sea!
Incapaz de hacer nada, solo pude levantar mi cuerpo cansado y una vez más prepararme para ser sometido a la paliza despiadada de Donna.
—¡Clank!
«khh...»
Tan pronto como me levanté, sin darme la oportunidad de recuperarme, Donna apareció frente a mí y balanceó horizontalmente el bastón en su mano. Mientras lo balanceaba, dirigiéndose en mi dirección, su cuerpo metálico rasgó el aire.
—¡huup!