Cuando todo se viene abajo [2]

—Adiós Ren, nos vemos luego.

—¡Adiós bwudda!

—Adiós.

Sonriendo mientras saludaba a mis padres y a Nola, quienes me devolvían el saludo mientras estaban al frente de la casa, me di la vuelta y me dirigí hacia la entrada del complejo.

Al darme la vuelta, la sonrisa en mi rostro se desvaneció.

Sacando mi teléfono, marqué el número de Pequeño Serpiente.

—¡Ring! ¡Ring!

Un par de segundos después de marcar el número de Pequeño Serpiente, contestando la llamada, la voz de Pequeño Serpiente viajó a través de los altavoces del teléfono.

—Hola, ¿Ren? ¿Vienes?

Caminando hacia la salida del complejo de mis padres, fui directo al grano.

—Pequeño Serpiente, asegúrate de alertarme si algo sucede durante el tiempo que estoy viajando hacia el destino. Estaré allí en treinta minutos.

—Entendido.

Pausando por un segundo, frunciendo ligeramente el ceño, pregunté.

—Por cierto, ¿cuánto gastaste?

—¿Para la recopilación de información?

—Sí, la recopilación de información.