Squeek—! Squeek!
—Quédate quieto.
Exprimiendo la jeringa en sus manos un par de veces, solo hasta que un líquido claro goteó del cuerpo de la aguja, Joseph dejó escapar una sonrisa satisfecha.
Lamiéndose los labios, caminó hacia un cuerpo quemado que yacía en una placa metálica rectangular; las manos y pies del hombre estaban atados con cierres metálicos.
Empujando su silla hacia adelante y llegando ante el cuerpo quemado, Joseph procedió a ponerse unos guantes.
Plack—! Plack!
Mirando al hombre acostado en la mesa, Joseph comenzó a hablar.
—Sé que esta es solo nuestra duodécima dosis de muchas, pero créeme, lo que estoy haciendo es por tu bien.
Agarrando el hombro del hombre que estaba lleno de ampollas, Joseph inclinó su cuerpo más cerca y acercó la jeringa a él.