Mis ojos estaban pegados al cuerpo de Eduardo, que yacía en el suelo. En mis oídos, el ruido de la multitud se ahogaba.
Durante ese momento, tenía toda mi atención concentrada en Eduardo.
No fue hasta que vi su pecho moverse que finalmente me relajé.
Aún estaba vivo.
Mientras yacía en el suelo con los ojos bien abiertos, mirando el cielo rojo de la arena, su cuerpo estaba lejos de estar bien.
Tomando una respiración profunda y rezando internamente, volví a poner el dispositivo en mi espacio dimensional y cerré los ojos.
«Espero que Amanda no se entere de esto…»
Si descubría que golpeé a su padre...
Escalofríos recorrieron mi columna vertebral.
«...Sí, esperemos que eso no suceda.»
—¿Qué Rey Demonio?
Probablemente me terminaría antes de que eso pasara.
Bueno, no pensaba que llegaría tan lejos, pero tampoco me importaba descubrir qué pasaría.
Guardar este secreto bajo la tumba era un deber sagrado.
—Haa...
Exhalé y lentamente abrí los ojos.