Dentro del túnel que conduce a la arena, una voz suave y somnolienta resonó.
—¿Estás listo?
La voz provenía de LunaPlateada, quien me estaba controlando.
Su rostro se había vuelto bastante hundido desde la última vez que la vi, y tampoco parecía estar en el estado mental adecuado. Claramente aún no podía lidiar con la pérdida de SilverStar.
Ella era esencialmente una mujer muerta caminando.
La única razón por la que estaba aquí era para ver mi pelea contra Eduardo. El hombre que tomó la vida de su esposo.
Mientras me alejaba de ella, podía escuchar los vítores fuertes de la multitud detrás de mí.
Sin darme la vuelta, respondí.
—No tienes que preocuparte por eso. Ganaré la lucha.
No estaba mintiendo sobre esto.
No iba a perder la pelea.
Tras mi encuentro con Eduardo, ahora era mi turno de enfrentarme a él. Ya había una palpable emoción en los vítores de la multitud, que se volvían más fuertes cada minuto.
La atmósfera a mi alrededor estaba hirviendo.