Bai Lin solo podía observar impotente mientras era arrastrada de vuelta, aterrizaba forzosamente en el suelo y quedaba restringida por alguna fuerza invisible. Se sentía como si el mundo entero estuviera presionando contra su cuerpo. Esta sensación era como si su vida ya no le perteneciera; era increíblemente frustrante y aterradora.
El corazón de Su Mei retumbaba sin cesar con temor ante los acontecimientos. No esperaba que su escape fuera interceptado de una manera tan extraña. Sus ojos se alzaron hacia el cielo como los demás, y ese sentimiento de miedo solo aumentaba.
Arriba había un hombre que estaba sobre el cielo como si fuera suelo firme. ¿Podría incluso llamársele hombre? Parecía exudar majestuosidad y autoridad imperial sin límites, como un Emperador de toda la creación.