Bajo la capa atmosférica final del vasto cielo del Planeta Monarca Múltiple, vientos retumbantes rugían sin cesar, causando que las nubes se desgarraran y retorcieran. Estas turbulentas y caóticas ráfagas tenían un epicentro, tan claro como el sol en el cielo: un orgulloso, digno y lujoso palacio que se asentaba sobre el cielo.
Desde dentro del palacio hacia fuera, resonaban ruidos estruendosos y una deslumbrante luz de siete colores que atravesaba las ventanas, entradas y grietas. Esos siete colores eran llamativos, tiñendo el mundo con sus vibrantes tonalidades, y esto hacía que las nubes y el aire cambiaran junto con ellos. A veces, habría un solo color entre los siete más dominante que los demás, alternando en un patrón establecido.