—¡Eres tan malo! —Una risa coqueta resonó que podría causar un cosquilleo en el alma. Estaba acompañada por la risa celestial de numerosas mujeres, como música para el alma. Solo por sus voces, tan armónicas como una orquesta dirigida por un gran maestro, se podía decir que cada una de ellas eran bellezas de todas las épocas.
—¿Lo soy? Te mostraré lo malo que puedo ser. —Resonó una voz masculina, orgullosa y emocionada.
Se escuchó el sonido de la carne frotándose entre sí y el chupeteo de labios y otras partes. Los gemidos del hombre junto con los de las mujeres y su risa juguetona y seductora dejaban la imaginación volando.
En lo que parecía ser un palacio forjado de plata y oro, estaba en una gran cama lo suficientemente grande para acompañar a treinta individuos estaba Wei Wuyin, arando dentro de un grupo de bellezas sin restricción. El olor a su fragancia natural era embriagador para los sentidos.