El Retorno del Verdadero Belmont

—¡Por favor, perdóname! —El ancestro temblaba, incapaz de levantar la mirada para encontrarse con los ojos de Dyon mientras su cabeza golpeaba repetidamente el suelo.

No podía creer lo que casi había hecho. ¡Por supuesto que la persona ante él debería hacerle sentir inferior! ¿En qué estaba pensando?

Lionel y Evelyn, atados, solo podían observar sin ánimo. No había manera de que tal experto pudiera ser engañado a este punto, ¿verdad?

—Levántate —finalmente dijo Dyon, sin mostrar ni un ápice de sorpresa—. Lleva estos dos y vámonos. Guíame hacia la salida.

—Sí, sí —el ancestro no dudó en ponerse de pie, sin molestarse en quitar la tierra que se acumuló en sus túnicas blancas, casi como un recordatorio de su estupidez.

Lionel y Evelyn solo podían estar de pie atolondrados, forzados a levantarse por el ahora dócil y servil ancestro.

—Ances–