Atrapado en el Acto

Berengar observó al mosquetero que se encontraba en el campo de pruebas. En sus manos llevaba un pequeño dispositivo esférico de acero con una mecha que salía de su parte superior. En la otra mano sostenía una mecha lenta que el soldado utilizaba para encender la mecha.

Tras encenderla con éxito, el hombre lanzó el dispositivo esférico hacia una distancia segura y buscó refugio rápidamente detrás de la cobertura proporcionada. En cuestión de segundos, ocurrió una explosión atronadora y se enviaron fragmentos en todas direcciones, destrozando los muñecos de paja densamente agrupados cerca de donde había caído.

Después de esa escena impactante, se pudo escuchar desde lejos el sonido de aplausos lentos, mientras Berengar mostraba su aprobación hacia la nueva arma. Lo que este valiente hombre acababa de probar era el prototipo de una granada de mano.