Ambiciones Religiosas

Pasaron unos días, y ahora era domingo. El día en que la gente de Kufstein, tanto de altos como de bajos niveles, se reunía para la misa, o liturgia como se conocía en esta época. En ese momento, Adela estaba afuera de la puerta de Berengar, con poca esperanza en su corazón mientras se preparaba para llamar a la puerta y hacerle a Berengar la misma pregunta que le había hecho desde que llegó a Kufstein.

A diferencia de Berengar, que secretamente era ateo, Adela era una verdadera creyente en el evangelio y tenía a la iglesia en alta estima. Sin embargo, cada vez que se acercaba a su prometido para asistir juntos al servicio dominical, él siempre tenía una excusa para no ir.