Berengar estaba al lado de Henrietta, mientras le ayudaba a caminar con sus propios pies desde que había recibido una bala en el abdomen aquella fatídica noche. Aunque no hubo daño serio en la columna vertebral de la chica ni en sus órganos internos principales, algunos músculos se dañaron y requirieron tiempo y esfuerzo para sanar.
Los dos hermanos se agarraron fuertemente de las manos, mientras la chica luchaba por dar sus pasos. Con cada movimiento, su abdomen se sentía adolorido, lo que le causaba muecas de dolor. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el dolor desaparecía de su cuerpo, y avanzaba con confianza. Hacia el final de la sesión, apenas necesitaba de su hermano para soporte.