Casi tres meses habían pasado desde que comenzó la guerra civil en Luxemburgo, y las noticias de la brutalidad de Hartman en su caza de los insurgentes se habían extendido por toda Europa. Berengar, aunque simpatizaba con la difícil situación de los rebeldes, se negó a involucrarse directamente en la guerra hasta que la reputación de su rival estuviera a tal nivel que el mundo en general considerara la intervención militar en este conflicto una necesidad humanitaria.
Sin embargo, esto no significaba que se quedara de brazos cruzados y observara durante este tiempo. Al contrario, expandió las capacidades militares de la Confederación del Sur de Alemania armando y entrenando divisiones enteras de sus estados miembros con las mejores armas disponibles. También dedicó considerable esfuerzo a reemplazar los rifles de aguja de su ejército personal con los nuevos Fusiles de cerrojo G22.